Oihana Cordero

"Statement"
Ábside Patio Mudéjar
Palacio de Cultura
Del 15 Mayo al 12 de Junio


Estos proyectos parten de la convicción de que los procesos artísticos sirven para comprender
y descifrar el complejo entramado de ideas, ficciones y realidades que vivimos. Las instalaciones,
vídeos, esculturas y fotografías propuestas son reflexiones sobre las construcciones
de género y la relación de éstas con las identidades y la sexualidad. Son una búsqueda
de estrategias para que con un lenguaje plástico delicado e introspectivo cuestionemos las
normas y las leyes no escritas. Son propuestas plásticas que intentan encontrar la forma de
fragmentar el discurso único del género y del sexo para abrir caminos hacia otras ficciones
posibles de ser construidas y vividas.















Hay lugares donde el género deja de ser un concepto y se convierte en carne. Uno de esos
lugares son los servicios públicos, atravesados por infinidad de signicados y significantes.
Los espacios configuran nuestra forma de movernos y comportarnos, pero también nos
dicen quién somos o dejamos de ser. “En la puerta de cada retrete, como único signo, una
interpelación de género: masculino o femenino, damas o caballeros, sombrero o pamela, bigote
o florecilla, como si hubiera que entrar al baño a rehacerse el género”1. Y en este punto
es donde surgen las preguntas: ¿Me representa a mi el bigote?, ¿Y la florecilla?, ¿Soy una
dama?, ¿Llevo sombrero?. O más allá, ¿Y si llevo bigote pero no puedo orinar de pie?, ¿Soy
entonces una mujer?, ¿Y si soy mujer pero no lo parezco?...

Los servicios dividen a las personas en categorías muy concretas: “mujer”, “hombre”, o “discapacitado”.
Cuando sólo tenemos dos opciones, se entiende como “mujer” a las personas
con cualquier tipo de diversidad funcional. Y estas categorías no son flexibles. Pero, ¿Quién
se encarga de que cada persona esté donde le corresponde?, ¿Quién decide que sólo nos
corresponde un lugar?. Nosotros vigilamos, nosotros castigamos. Cualquier tipo de comportamiento
o apariencia física no apropiada es reprochada y reprimida por los propios usuarios,
que observan con sorpresa, con desprecio o con miedo. Interpelamos con la mirada a aquella
persona que resulta inapropiada. Decidimos que para cruzar el umbral de la puerta con la
pamela debemos de ser “mujeres”: Que en este contexto significa ser femenina, parecerlo
y orinar sentada. Si somos “hombres”, seremos masculinos y tendremos pene, para orinar
de pie mientras lo mostramos. El género no se perdona, a no ser que tengamos diversidad
funcional, entonce sí, incluso se nos priva de él.

Cabe pensar que realmente entramos al baño a recomponernos el género y no a satisfacer
ciertas necesidades físicas. Pero el género es muy diverso, tiene mil formas lejos de esos
dos arquetipos inalcazables, no somos un icono, somos reales.